La Escuela Rural:
Se
reconoce como Escuelas Rurales a aquellas que están “ubicadas en entornos
alejados del mosaico principal de una localidad”, en un espacio geográfico con “reducida
oferta de servicios públicos y limitados medios de acceso, entre otras
características. Con un poco más de detalles, la definición operativa incorpora
a la modalidad rural a las escuelas ubicadas “a más de 1 kilómetro del borde
del mosaico principal de la localidad y cuya área de influencia de 1.000 metros
esté compuesta de parcelas rurales, zonas naturales (montaña, bañado, cauce de ríos)
o manzanas construidas aisladas.”
Para
entrar en esta categoría deben además cumplir con el criterio pedagógico de
tener habilitación legal para implementar sistemas alternativos desorganización
institucional a fin de asegurar la trayectoria de sus alumnos, contar con
agrupaciones de estudiantes en plurigrados, pluriaños, etc., así como con
modelos de organizaciones de escuelas nucleadas o agrupadas.
Características propias:
En la mayor
parte de los pueblos, las escuelas son el único foco cultural. Lamentablemente,
el estado de las edificaciones escolares y de los recursos educativos con los
que cuenta, no contribuyen demasiado a expandir la "cultura" o la
acción cultural por el pueblo. Los edificios escolares, en gran parte, siguen
siendo los mismos que fueron construidos entre los años 60-70. Los problemas
que presentan estas edificaciones son los de siempre: falta de espacios para
los alumnos, hacinados en ocasiones en habitaciones pequeñas (de menos de 20
metros cuadrados para unos 15 alumnos), frías y húmedas (una pequeña estufa eléctrica,
con suerte, debe servir para caldear la habitación, si no falla la instalación
eléctrica por sobrecarga), sin reunir las mínimas condiciones de higiene,
acústica, habitabilidad y seguridad que exigen las disposiciones vigentes La
escasez de materiales es enorme, y la mayoría en mal estado debido al uso
continuo y a la falta de reposición. Y además puede darse el caso de que cuando
se cuenta con dotación material adecuada, no existe espacio físico donde poder
colocarlos y usarlos convenientemente, quedando en ocasiones sin desembalar en
el paquete durante años. Esta imagen contrasta sobremanera con las
edificaciones más o menos recientes de las ciudades, dotadas de abundante
material y amplios espacios en los colegios públicos (aumentados más, si cabe,
con el descenso de población escolar en los últimos años), no digamos ya en los
privados.
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